¡Quién iba a decir anoche que el Opernball iba a terminar como el rosario de la aurora! (Bueno, un poquito por lo menos). Viena Directo te trae todos los cotilleos.
28 de Febrero.- No sé por qué, pero a uno le da la sensación de que este baile de la Ópera ha sido el más chusco que ha vivido aquí. Todo ha sido rápido, rutinario, como si alguien hubiera dicho: “venga, tenemos este estándar de calidad; a cubrirlo y luego, a partir de ahí, que sea lo que Dios quiera”.
Las coñas a posteriori, como suele suceder, han estado centradas en Kim Kardashian.
Kardashian se disfraza de la cerdita Peggy
Parece ser que la americana llegó, vio, se hizo fotos, se dejó entrevistar (malamente y con cara de estar sufriendo una urgencia intestinal) por Mirjam Weichselbaum y, después, en cuanto pudo, puso pies en polvorosa y se volvió a América (eso sí, con varios cientos de miles más en su cuenta).
Ya los periodistas de la ORF se dieron cuenta de que Kardashian (que llevaba un vestido que hacía resaltar todo el esplendor de sus mollas) no estaba lo que se dice a gusto.
Parece ser que las razones de la incomodidad de una de las vendedoras de humo más eficaces de la Historia de la Humanidad estribaban en que Richard Lugner quería cobrarse en carne por lo menos una parte de los cientos de miles de euros que había pagado por lucir a Kim en su entrada al baile de la Ópera. Según informan los medios austriacos, parece que Kardashian encontró al octogenario que la había invitado al baile demasiado juguetón y, sobre todo, demasiado tocón (aquí tengo que romper una lanza a favor de Lugner sin embargo: los americanos son muchísimo más picajosos con el “espacio vital” que los europeos; si a un americano, así sin anestesia, le tocas alguna parte de su cuerpo, si no se atreve a darte un guantazo, se pone rígido como un cadáver y,si tiene más confianza contigo, te mete un sopapo; así que es probable que el patinazo de Lugner se debiera simplemente a un malentendido cultural).
La palabra que empieza por N
Por otro lado, parece ser que la diva basura se vio enredada a su pesar en un lío entre cadenas rivales. De toda la vida, Lugner ha trabajado para la televisión privada más grande de Austria (ATV) en donde incluso tuvo su reality, programa en el que los austriacos –los más mastuerzos, eso sí- descubrieron el poder imantador de la vergüenza ajena.
Parece ser que Puls 4, la segunda cadena privada austriaca (muy modesta, muy cutrecilla) intentó aguarle la fiesta a Lugner mandando al palco a un señor disfrazado de negro (el marido de Kardashian es de color) para hacer una broma de gusto tan dudoso como la poca gracia que podía tener.
Es probable que el inglés de Lugner tampoco dé para explicarle a Kim estos tejemanejes, con lo cual, la diva y su madre, ofendidísimas por el trato recibido en Esta Pequeña República, decidieron esfumarse (paf,paf) antes de medianoche.
No fue el único incidente de matiz dudoso relacionado con Lugner.
La retransmisión de la ORF fue tan modélica como de costumbre. Glamour, glamour, glamour, cultura y más glamour. Pero la telebasura (por ínfima que sea en Austria) también se cobró su tributo y Mirjam Weichselbaum tuvo que ir al palco de Lugner a entrevistar a los personajillos que en él se cobijaban.
Uno de estos personajillos fue Oliver Pocher, presuntamente un presentador alemán que yo debería de conocer pero que, sinceramente, no conozco. Weichselbaum le hizo las cuatro preguntas imbéciles digoooo intrascendentes de rigor, la última de las cuales fue si iba a descender a la pista de baile (normalmente el patio de butacas de la Ópera viení) e iba a mover el esqueleto. Se echó a reir Pocher como quien tiene muchas tablas y dijo que sí, pero que quizá esperaría a que la orquesta tocase “Niggas in Vienna” (algo así como “Negratas en Viena”). Oh escándalo, porque a) la palabra Nigga es enooooooooooooooooooooooooormemente racista y b) porque, ya lo hemos dicho, Kardashian está casada con el rapero Jay Z, el cual es de color chocolate.
A las señoras que ven la tele pública austriaca se les puso la permanente lacia cuando escucharon al alemán soltar semejante venablo anglosajón. Rapidamente, se dirigieron a sus teléfonos, marcaron y todo el país se vio entrecruzado por conversaciones del tenor siguiente:
–Hola Hannelore, hija, gute Nacht ¿El piefke ha dicho nigga?
-Sí, liebling, es que ahora dejan entrar en el Opernball a cualquiera.
-Y salir por la tele, cariño, y salir por la tele.
En realidad se trataba de una broma para los iniciados en esa pesadez que es el hip-hop (dudo que haya ningún lector mío al que le guste este estilo de llamémosle música, pero si es así, que me disculpe por decir la verdad). Jay Z, marido de Kardashian, había grabado un tema que se llama “Ni**as in Paris” y Pocher creyó hacerle un halago a la buena mujer al mencionarlo.
No duró mucho Pocher en el palco de Lugner. A las once y media, como Kim Kardashian, tomó la del humo.
Tangana en la Ópera
Entre las chusquedades que han sucedido en este Opernball también ha habido altercados (como en esas bodas en las que el convite termina como el Rosary of the Dusk). Un indivíduo visiblemente beodo empezó a insultar al presentador alemán Johannes B. Kerner (no se preocupe si no le conoce, que yo he tenido que mirar en la wikipedia quién es: despues de hacerlo, creo que hubiera podido vivir perfectamente en mi ignorancia). El presentador no hizo nada, pero un acompañante decidió callar al borracho y dejarle la cara como el mapa físico de Europa. Hubo golpes, corrió la sangre por las almidonadas pecheras (literal) y la fuerza pública tuvo que personarse en el coliseo junto al Ring.